19 may 2008

necro

quiero matarte
sólo un rato
un momento
justo
para hallarme entre tus dedos

ahi tu cadáver responde mejor que ahora

orgaSmos

me detengo. Gracias.

los gusanos están devorándoME. devorando mi cerebro.
putrefacto - ya estaba, putrefacto, pues.
saquen lo bueno.
cómanselo, que igual nada, eso es lo que me queda.
Nada.
La nada absoluta de saberme
incapaz.
ahora besame.
comeme la boca.
arruinala, también.
así quizá hagan corto circuito mis neuronas.
asesiná lo que aún quede.
eso es bueno.

se siente bien.

ah...

puzzle

TODO

se desprende

p
o
r

t
r
o
z
o
s

y aún espero
que te nazca
pegarme de vuelta
arreglarme
repararme
rearmarme
voltearme
resurrexionarme
darme vuelta (al aliento)
reCrearme
rehacerme
parirme de nuevo
por trozos

14 may 2008

dormir con vos

lo haría por placer

por satisfacción mutua

tuya y mia

porque me gusta hacerlo
porque no hay nada más hermoso

que olerte por la mañana

que respirarTE

que verte

que saber que así de simbólico es

que despertés con vida

o que despertés conmigo .

1 may 2008

Tu cabeza

cuando sale el monstruo
no me queda más
que cuidarme

hacerme un capullo

volarte los sesos
y ser la magdalena - qué otra me queda

s e p a r a r m e
por trozos
de otros trozos

diferenciarte del resto
verme en el espejo

volverme loco




Azucena en la burbuja

Azucena corría detrás del viento, tratándolo de coger entre sus manos. La ciudad se hacía más y más grande, entre los altos edificios, las calles y las esquinas, siempre llenas de personajes fantásticos. Una mujer gorda, con siete cajas de pasteles que no la dejaban ver, se tropezó y cayó en la acera. Y claro, Azucena no la vio, ella quería coger el viento entre sus manos. Un bus, lleno de gente, chocó con un poste de luz. Y claro, Azucena no lo vio, ella quería coger el viento entre sus manos. Tres perros intentaban atrapar a un gato color naranja, de ojos verdes, muy profundos. Y claro, Azucena no los vio, ella quería coger el viento entre sus manos.

Poco a poco, creyó acercarse más al viento. Sus dedos se estiraban de forma extraña y se estaba quedando sin aire. Pero Azucena, corría. Quería llevar un poco de viento a su casa. Un poco de libertad, pensaba ella. Quizá, así, podría armar una fiesta grandiosa con el viento y todas sus muñecas. Mientras corría, imaginaba los papeles volando por toda su habitación, el pelo bailándole como en un comercial de shampoo. Y Azucena corría detrás del viento, tratándolo de coger entre sus manos.

De repente, como por arte de magia, y tan rápido como había aparecido, el viento se esfumó. No sabes adónde se ha ido, preguntó Azucena a un hombre ciego que se sostenía del balcón de una ventana. No, no Azucena, pero, aún sin ojos, te he visto a ti correr detrás de el, he visto como estiras las manos y sientes la caricia del viento entre tus dedos. Yo también lo perseguía… dijo. Y qué sucedió, lo lograste atrapar, preguntó ella. No, dejé de ver todo, me quedé ciego, dijo, finalmente, él.

Azucena, asustada, regresó a su casa. No perdía la esperanza de lograr llevarle a su abuela un pedazo de viento. Aunque fuese uno pequeño. Subió a su habitación y con sus muñecas jugó ha hacer una gran fiesta, con papeles volando, y cabellos ondulando en el aire.

Y fue el día en que Azucena dejó de leer cuentos para niños.