siempre me encantó escuchar cuando usabas palabras rebuscadas, y cómo apreciabas el valor de todas y cada una de ellas. quizá fue por eso que usaste siempre como respuesta el odiado "yo también". excusaste, siempre, tu falta de emotividad justificando tu pasado y tu contexto. como que nadie nunca hubiese sido suficiente para vos. como augurándote tu propia miseria. a veces, como si la quisieras. y te amé así, con todo lo que pude. con mi alma, con mi corazón, y con todas mis fuerzas. luchando. batallando contra enjambres de monstruos alados, y contra parís. sintiendo siempre que nunca lograría nada más que las sobras de ese gran banquete, ahora extinto. dibujé en el aire con mi lengua, sedienta de amor, nuestra propia historia: la que íbamos construyendo. y le agregué utopías creyéndome lo suficientemente fuerte como para demostrarte y demostrarme que soy el amante, ese que ama sin medida. incluso, sin esperanzas. y me gustaba aprender palabras con vos. y escuchar cuando usabas palabras rebuscadas, y cómo, con esa mirada intelectual, apreciabas el valor de todas y cada una de ellas. quizá fue por eso que las usaste siempre como un arma de dos filos. sos inteligente, más que yo, y de eso no me cabe menor duda. y me encantaba cuando en medio de la noche, cuando destrozábamos tus sábanas me decías al oído Qué bonito esto, mientras me dejabas recorrerte la cintura con mis labios sedientos de vos. como que siempre fuera la última vez. con esa pasión con la que construíamos mundos paralelos, segados por la excitación sexual que nos daba sabernos desnudos. y me gustaba memorizar cada palabra que salía de tu boca en esos momentos. quizá fue por eso que me enamoraba de vos, por tu alter ego en la cama, cuando todo desaparecía y, al terminar, volvíamos al mundo miserable donde usabas esas palabras rebuscadas que tanto me encantaban. quizá por eso sabías qué decir exactamente en el momento preciso. cuando presentías que pasaría algo. cuando buscabas pretextos para "darnos un espacio" porque "no estabas en disposición para mí" y cuando te daba "tristeza saberme enamorado" de vos. cómo olvidar cómo me anclaba a tu espalda suplicándote que no me dejaras ir por el mismo miedo que me producía irme (¡ !). es que visualizarme sin vos siempre ha sido pavoroso. tan sin vos, soledad tan maculada sin vos... y tan completos que somos cuando no estamos y estamos al mismo tiempo. como si fuésemos la pasta y el cepillo, la cuchara y la sopa, la arena y la espuma. y me encantaba cuando usabas tus analogías para ilustrarme tu/mi/nuestra situación con palabras rebuscadas, y ver cómo apreciabas el valor de todas y cada una de ellas. quizá por eso sabías cuándo callar. cuándo dejar el silencio como testimonio de cualquier cosa. cuándo evadirme. cuándo darle la vuelta al asunto y decirme que, quizá, el problema era yo, no vos, o viceversa, y al revés, y de regreso. como siempre, llegando a nada. asegurándome exclusividad (sexual, nunca emocional). y me gustaba sentirme enamorado de vos, y saber que quería (quiero, también, niño imbécil que soy) estar con vos, y ser plenos, como cuando nos lamíamos el cuerpo. como cuando descubrí los placeres sexuales con vos - siempre, con vos, era como una primera vez salvaje - y vi colores en el techo oscuro de tu cuarto. y me encantaba cuando usabas palabras rebuscadas para describir tus sentires, y como valorabas todas y cada una de ellas, como si fueran escritas en piedra. como si fueran las mejores armas para defenderte a posteriori. quizá por eso siempre tuviste la prevención de no decir más que grises. y me gustaba pelear con vos por eso de los grises, y los negros y los blancos. como que no existiera una paleta infinita de colores. como si, de hecho, el blanco y el negro los fueran. y recuerdo cómo provoqué nuestros acercamientos primarios, haciéndolos parecer casualidades. como que yo no hubiera sentido un re-nacer cuando me diste los buenos días cuando entrabas a la oficina sin saber siquiera mi nombre. la educación, esa siempre me ha conquistado. y me gustaba verte de reojo, para que no te dieras cuenta de tu nuevo admirador. para no sentirme descubierto, claro, en las primarias. y me gustaba coquetearte y provocar que me dijeras cualquier frase con esas palabras rebuscadas, y notar como vos, así como yo, valorabas el valor de todas y cada una de ellas. quizá por eso te dije que amo hasta pasado el tiempo, cuando sabía que podía quitarme este músculo del pecho para que bebieses de mi sangre hasta saciarte. y me gustaba recostarme en tu regazo y escuchar cómo esa máquina te daba vida y me torturaba y te torturaba por ello. sabiendo que teníamos sólo ese segundo para la posteridad. sabiendo que en cualquier momento cualquiera de los dos saldría huyendo despavorido del otro, como si el monstruo fuésemos nosotros mismos cuando estamos juntos. y odiaba cuando eso sucedía, y nos lastimábamos con fuerza y sin piedad. sin perdonar nada. siendo nuestros más duros críticos y obviando que respirábamos el mismo aire. y de ida y vuelta, en este círculo de odio/amor->amor/odio=amor=odio=nosotros, siempre me encantó escuchar cuando usabas palabras rebuscadas, y cómo apreciabas el valor de todas y cada una de ellas. quizá fue por eso que usaste siempre como respuesta el odiado "yo también"... <--