3 abr 2010

Letras

Pasé toda la semana envenenándome con tu nombre. Tiene siete letras. Cuatro vocales y tres consonantes. Maldita sea. Si algún día escribo mis memoirs evitaré todas y cada una de ellas. Entonces, "decena" se escribiría "dece", y "cremallera", "celle". Inventaría nuevas palabras, nuevos significados. Escribiría nueva, refrescante y novedosa poesía. Vos perderías todo el sentido sintáctico, lingüístico, semántico, morfológico y fonético. Tu nombre se escribiría " ". Y así. Sería feliz sabiendo que no llenás ningún espacio. Si se me antojase, así como se me antojan los chocolates o el vino tinto, también podría sólo escribir con las letras de tu nombre. Así, "análisis" se escribiría "anii", y "cabaretera", "aara". Sería todo nuevo, reconfortante. Pero he decidido, mejor, usar todas las letras. Todas, menos tus palabras, que son escasas, pobres y miserables. Prefiero escribir yo, escribir cosas como "cobarde" o "15 de agosto". Escribir "éxtasis" sin culpa, sin remordimiento. ¿Qué culpa tienen las letras, si no son ellas quienes te dieron un sentido? Tu nombre no es nada. Si te mato yo, si te elimino yo de mis letras, te convertís en nada. Yo aquí tengo el poder. Simplemente, aún no me he decidido por eso. Pero algún día, cuando alguien merezca mis versos y no lleven tu nombre, sabrás que has muerto para siempre. Sólo mi poesía hace que el mundo recuerde tus cobardes y miserables trozos.

12:38 - 12:46

Tengo que parar el carro para poder golpear el timón, gritar y llorar a todo pulmón. Tengo que parar el carro. Para mientras, en algún lugar de mi cerebro estás vos. Te veo preparando tu bullet con marihuana que comprás en la zona 10. Me ofrecés. Te digo que no, que no quiero hoy (ese día). Te acurrucás en mi regazo y me decís que sos una mierda, que hacés lo que no te gusta que te hagan. Te hago confesarme que tenés novio con un simple "¿Javier?" en los labios. Javier. Javier no tiene la culpa. Ni Luis, ni Marcus. Sos vos: me convenzo. Aquí, digo, de este lado de la realidad, he tenido que parar el carro para poder golpear el timón, gritarte y llorar a todo pulmón. En otro lado de mi cerebro nos encuentro haciendo drogas en plena vía pública. Poco, me decís, yo quiero poco. Y te sirvo poco, para matarte indirectamente, y matarme de la manera más directa posible. Que vivir así, como vivo con vos (ese día) es para fracasados como nosotros. En ese momento, en mi cerebro, no hablamos. Vos sólo enrollás el billete. Duro, hasta el fondo. Aquí viene nuestra euforia de veinte minutos, sin hablar. Sólo con la garganta dormida y una felicidad momentánea. Yo me convenzo de que estoy feliz porque estoy con vos. Pero estoy feliz porque estás conmigo. Ahora bien, de este lado de la realidad he tenido que parar el carro para poder golpear el timón, gritar y llorar a todo pulmón. Y en algún lado de mi cerebro te tengo encima. Me gustás, me estás diciendo, sos bien chulo, tenés una cara bien bonita, me decís mientras te muerdo el cuello. Y siento las gotas de tu sudor encima, bañándome. Yo te digo que no, que no soy chulo, que mi cara no es bonita, y que no te gusto. Que lo que te importa es el poder: poder dominarme, pues. Que es tan fácil para vos guardarme en cualquier momento en la bolsa del pantalón y seguir caminando. Bien sabés que cuando se te ronque la gana podés sacarme, desdoblarme y comerme, si es que es hambre lo que tenés. Yo, ahora, he tenido que parar el carro para poder golpear el timón, gritarte y llorar a todo pulmón. Grito tu nombre. Te estoy gritando a vos, y te estoy sacando fuerte desde adentro, para que no me contaminés más. En algún lugar de mi cerebro podrido estás vos, coqueteándome como en los primeros días. Ese beso maldito en el parqueo de McDonald's. Los agarrones furtivos a las tres de la mañana en la 11 calle de la zona 10 (es que mi carro era el mejor motel con nuestras urgencias). Y ahora estoy en el mismo carro, con el asiento del copiloto vacío. Y estoy parado: paré el carro para poder golpear el timón, gritar y llorar a todo pulmón.

Ocho minutos pasaron ya desde que paré. Una señora me ve asustada. Tomo un trago de agua pura; siempre llevo un pachón. Arranco el motor y canto cualquier canción que esté en la radio. Cualquier canción es buena. Y sigo. No ha habido ningún semáforo en rojo. Puedo seguir adelante. Puedo seguir. Puedo regresar a casa. Puedo. Yo puedo. Yo puedo.