9 mar 2010

la caja

Si yo hubiera podido guardarte a vos en ese instante, cuando olvidabas sus pestañas y te concentrabas en mis manos, y en mi boca, estaría totalmente perdido. Te hubiera escondido en un cofre, pequeño el cofre, sólo para mí. Te hubiera hecho polvo y te hubiera inhalado una y otra vez hasta quedar (más) imbécil. Te hubiera usado para consentirme, y alimentar mi ego. Analizando el mejor uso, te tendría de juguete sexual, que para eso funcionabas de maravilla. Y te hubiera guardado en un cofre pequeño, para enloquecerme mientras te escuchase implorando piedad. Te hubiera torturado. Te hubiera lamido el cuerpo completo y te hubiera penetrado fuerte, fuerte con el alma para llenar mis vacíos. Me hubiera seguido equivocando con vos y hubiera sentido placer masoquista y egocéntrico al hacerlo. Si yo hubiera podido guardarte a vos en ese preciso (maldito) instante en el que no descubrí que mentías vos, y que mentía yo, definitivamente estaría completamente loco. Y me hubiera tatuado una M en pecho. Me hubiera seguido cortando las piernas, y mordiendo la boca hasta hacerla sangrar. Es que era todo. No eran sólo esos momentos en los que las pestañas de Javier desparecían, y lo asesinábamos acompasando nuestros cuerpos con furia, de la forma más animalesca posible. Y con vos en la caja, en el cofre, digo, te hubiera abierto sólo cuando yo necesitase un beso. Y te hubiera obligado a besarme como a mí se me rocara la gana. Te hubiera condenado a ser felizmente infeliz conmigo encadenándote a mi antojo, con el juego, con la locura. Y te hubiera obligado a mentirme y traicionarme para tener cosas qué escribir. Si yo hubiera podido guardarte en el miserable, cobarde y brevísimo instante en que te obligué a decirme Yo también te quiero, estaría más perdido ahora, y con el cerebro podrido. Creería que te inventé, y no que pasaste por mi cuerpo sólo buscando abandonarte para sentirte enorme. Porque sabías que podías y que no iba a negarme. Porque sabías que te dí todo el derecho de postrarte en mi cama y dejarme jugar con tu sexo, como cuando un niño juega con soldaditos, o tanques. Jugando a hacer una guerra en tu cuerpo. Creyendo que con la guerra se resuelven las cosas, y creyendo que al mostrar la bandera blanca el enemigo se vuelve amigo. Olvidando que de igual forma lo que quiere es la conquista y el poder. Si te hubiera marcado más veces mis labios en tu espalda, o en tu cuello, y te hubiera guardado en el maldito cofre, tendría seguro que nadie más podría leer lo que quise escribir con ellos, y cómo quería que sólo vos lo supieras - ahora que sé que compartiste mis secretos, me otorgo el derecho de contarlos yo mismo a quien a mí me plazca. Ahora no escribo con los labios : escribo con los dedos. Recordalo. Recordá que si yo, en ese momento, te hubiera guardado en ese cofre que había preparado para hospedar mis fantasías ingenuas y estúpidas, valdría menos que ahora. Estaría más loco, y más perdido. Tendría más miedos y menos esperanzas. Y habría olvidado que los mejores versos no se escriben gracias a las quimeras o a las musas: se escriben por fuerza y por valentía. Esta rabia maldita es la que guardo ahora en el cofre, y lo tiro al mar, con fuerza.

Ya he comenzado a recolectar trozos míos que quedaron tirados para construir una caja nueva.

2 comentarios:

Flor =0 dijo...

mis respetos, lo q tnes en el corazon es arte urbano!!

Anónimo dijo...

escribe cosas tan fascinantes
que al leer te das cuenta que son tan ciertas por que llegan al alma de un ser desordenado. eres creador de arte verdadero