30 mar 2008

ONCE

Ahora, me dijo cuando estaba adentro de él, Ahora tendré que matarte.

Lo dijo con una calma y seriedad que me dio paz. Golpeó el suelo con su puño y todo se derrumbó a nuestro alrededor. Estaba, entonces, en una playa de arena dorada. Caminá algún tiempo por la orilla, y vas a entenderme, dijo y nunca más lo volví a ver.

Le hice caso, como casi siempre, y caminé por la playa. Miraba la arena. No dejé huella alguna detrás de mí. Había rocas y peñascos imponentes por todos lados. El mar estaba en su apogeo y el sonido de las olas, por fin, me daba paz. Había millones de botellas con mensajes que llegaban a la orilla. No me inmuté a abrirlas siquiera. El sol se estaba poniendo. Un atardecer naranja. Me descubrí desnudo viendo el atardecer. No sentía pena, ni miedo. De repente, un estruendo se escuchó en el fondo del océano. Una ola en forma de mano tomó el sol y lo hundió entre las aguas. Entonces toda el agua del mar se transformó en sangre. Sangre roja…
En los sentidos más puros de las palabras..., murmuré finalmente.

1 comentario:

nickjoel dijo...

hay una maravillosa sensacion de creacion... ves la sombra que produce el sol?....

un abrazo
dios te bendiga brother

esta muy buena la metafora que nos has regalado