26 jul 2008

El primer, último y único cuento de Aurelio.

Desperté, mientras los perros aún ladraban. Los dejé así antes de cerrar los ojos: ladrando. Los imaginaba, entre la oscuridad de su callejón, echando espuma por la boca. Y es que había soñado con ellos. Los perros, ladrando. Mis compañeros. Mis compañeros del Oscuro. Ahí, donde había terminado todo. En esas tinieblas adredes. Veía sus ojos, negros, iracundos. Profundos, como siempre. Sus ojos tristes, los perros. Ladraban. Así eran mis días: despierto, los perros ladrando. Dormido, los soñaba ladrar. Y nunca les pedí que lo hicieran. Era su placer atormentarme. Las drogas, le decían. Son las drogas. Qué drogas, preguntaba. La única droga, eran los perros. Y nunca quise la droga. Tampoco yo. Ni las mazmorras. Ni Clare, ni los perdidos. Mucho menos Ariel, ni Aurelio. Suede, you always felt like suede, there are days I feel your twin. PEEKABOO. Hiding underneath your skin. Que traigan al Sandman y a los perros.

Sé que lo que quieren es que me rinda.

Y marque su número, para humillarme.
Y así los perros ladrarán más fuerte.
Más fuerte que yo con sus torturas.

Este es el primer, último y único cuento de Aurelio. El tercero. No el último, quizá. Pero como siempre, y en todo, un cuento cualquiera.

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